Primero Auxilios
Primeros auxilios
Primeros auxilios, medidas terapéuticas
urgentes que se aplican a las víctimas de accidentes o enfermedades repentinas
hasta disponer de tratamiento especializado. El propósito de los primeros
auxilios es aliviar el dolor y la ansiedad del herido o enfermo y evitar el
agravamiento de su estado. En casos extremos son necesarios para evitar la
muerte hasta que se consigue asistencia médica.
Los primeros auxilios varían según las
necesidades de la víctima y según los conocimientos del socorrista. Saber lo
que no se debe hacer es tan importante como saber qué hacer, porque una medida
terapéutica mal aplicada puede producir complicaciones graves. Por ejemplo, en una
apendicitis aguda un laxante suave puede poner en peligro la vida del paciente.
Cualesquiera que sean las lesiones, son
aplicables una serie de normas generales. Siempre hay que evitar el pánico y la
precipitación. A no ser que la colocación de la víctima lo exponga a lesiones
adicionales, deben evitarse los cambios de posición hasta que se determine la
naturaleza del proceso. Un socorrista entrenado ha de examinar al accidentado
para valorar las heridas, quemaduras y fracturas. Se debe tranquilizar a la víctima
explicándole que ya ha sido solicitada ayuda médica. La cabeza debe mantenerse
al mismo nivel que el tronco excepto cuando exista dificultad respiratoria. En
ausencia de lesiones craneales o cervicales se pueden elevar ligeramente los
hombros y la cabeza para mayor comodidad. Si se producen náuseas o vómitos debe
girarse la cabeza hacia un lado para evitar aspiraciones. Nunca se deben
administrar alimentos o bebidas (si el paciente va a requerir cirugía hay que
esperar hasta que se vacíe el estómago), y mucho menos en el paciente
inconsciente. La primera actuación, la más inmediata, debe ser procurar al
paciente una respiración aceptable: conseguir la desobstrucción de las vías
respiratorias para evitar la asfixia, extrayendo los cuerpos extraños —sólidos
o líquidos— y retirando la lengua caída hacia atrás. Si el paciente no respira
por sí sólo habrá que ventilarlo desde el exterior mediante respiración boca a
boca hasta disponer de un dispositivo mecánico.
El segundo aspecto a corregir
es el referente al sistema circulatorio, para evitar el shock. Se deben valorar
la frecuencia cardiaca y la tensión arterial. Una valoración inicial se obtiene
tomando el pulso: permite valorar la frecuencia y ritmo cardiaco, y su
“fortaleza” nos indica una adecuada tensión arterial. El shock o choque
es un trastorno hemodinámico agudo caracterizado por una perfusión inadecuada,
general y duradera, de los tejidos que pone en peligro la vida. Los signos
característicos son la piel fría y húmeda, los labios cianóticos (azulados), la
taquicardia y la hipotensión arterial (pulso débil y rápido), la respiración
superficial y las náuseas. Estos síntomas no son inmediatos; el shock
puede desarrollarse varias horas después del accidente. Para evitarlo debe
mantenerse abrigado al paciente e iniciar lo antes posible la perfusión de
líquidos y electrolitos por vía intravenosa. Está prohibido administrar
fármacos estimulantes y alcohol.
Las urgencias que requieren
primeros auxilios con más frecuencia son los accidentes en los que se produce
asfixia, parada e infarto cardiacos, sangrado grave, envenenamiento,
quemaduras, golpe de calor e insolación, desvanecimiento, coma, esguinces,
fracturas y mordeduras de animales.
Asfixia
En la asfixia, el aire
no puede entrar en los pulmones y el oxígeno no llega a la sangre circulante.
Entre las causas de asfixia se encuentran el ahogamiento, el envenenamiento por
gases, la sobredosis de narcóticos, la electrocución, la obstrucción de las
vías respiratorias por cuerpos extraños y la estrangulación. Para evitar un
daño cerebral irreparable al detenerse la oxigenación tisular, se debe
instaurar inmediatamente algún tipo de respiración artificial. La mayoría de
las personas mueren cuatro a seis minutos después de la parada respiratoria si
no se les ventila de forma artificial.
Se han diseñado muchas
formas de respiración artificial. La más práctica para la reanimación de
urgencia es el procedimiento boca a boca: el reanimador sopla aire a presión en
la boca de la víctima para llenarle los pulmones. Antes de ello, debe retirarse
cualquier cuerpo extraño que obstruya las vías respiratorias. La cabeza de la
víctima debe ser inclinada hacia atrás para evitar que la caída de la lengua
obstruya la laringe; para ello se tira hacia arriba de la barbilla con una mano
mientras con la otra se empuja hacia atrás la frente. El reanimador obtura los
orificios nasales pinzándolos con los dedos, inspira profundamente, aplica su
boca a la de la víctima, y sopla con fuerza hasta ver llenarse el tórax;
después retira su boca y comprueba cómo la víctima exhala el aire. Este proceso
debe repetirse 12 veces por minuto en un adulto y 20 veces por minuto en un
niño.
Si las vías respiratorias
no están despejadas, debe comprobarse la posición de la cabeza de la víctima.
Si todavía no se consigue permeabilidad se rota el cuerpo hacia la posición de
decúbito lateral y se golpea entre los omóplatos para desatascar los bronquios.
Después se vuelve a la respiración boca a boca. Si todavía no se consigue, se
realiza la maniobra de Heimlich.
Ésta es una técnica que
se ha desarrollado en los últimos años para tratar a los pacientes con las vías
respiratorias obstruidas por un cuerpo extraño. Inventada por el médico
estadounidense Henry Jay Heimlich, se llama maniobra de Heimlich o “abrazo de
oso”, y consiste en la aplicación súbita de una presión sobre el abdomen de la
víctima. El aumento de presión abdominal comprime el diafragma, éste a los
pulmones, que expulsan aire a alta velocidad y presión, despejando las vías
respiratorias. La maniobra se realiza situándose tras el paciente, rodeando su
cintura con los brazos y entrelazando las manos, situando éstas entre el
ombligo y la caja torácica, y presionando fuerte y de forma brusca hacia atrás
y hacia arriba. Si la víctima está en posición horizontal, se presiona sobre el
abdomen con la mano. Debe evitarse presionar sobre las costillas, pues se
pueden romper, sobre todo en niños y ancianos.
Una vez iniciada, la respiración
artificial no debe suspenderse hasta que el enfermo empiece a respirar por sí
solo o un médico diagnostique la muerte del paciente. Cuando el paciente
empieza a respirar espontáneamente no debe ser desatendido: puede detenerse de
nuevo la respiración de forma súbita o presentarse irregularidades
respiratorias. En casos de ahogamiento siempre hay que intentar la respiración
artificial, incluso aunque el paciente haya presentado signos de muerte durante
varios minutos. Se han descrito varios casos de pacientes sumergidos durante
más de media hora, cianóticos y sin posibilidades de reanimación, que respondieron
a los primeros intentos del socorrista.
Reanimación cardiopulmonar
La reanimación del paciente
con parada cardiaca está muy relacionada con la reanimación respiratoria. Ha de
aplicarse masaje cardiaco externo para mantener el flujo sanguíneo y combinarlo
con las técnicas descritas de respiración artificial. Se sitúa a la víctima
sobre una superficie firme y se confirma la permeabilidad de las vías
respiratorias. El reanimador sitúa sus manos sobre el esternón del paciente;
éste se deprime 5 cm, por lo que se comprime el corazón y se fuerza a la
sangre a salir por las arterias. Cuando se afloja la presión, el corazón se
expande y vuelve a llenarse de sangre procedente de las venas. El masaje se
aplica en forma de compresiones cortas y rítmicas de un segundo de duración. Se
aplica una respiración boca a boca cada cinco golpes cardiacos. Para esta
operación son ideales dos reanimadores. Si sólo hay uno se aplican dos
respiraciones boca a boca cada 15 compresiones cardiacas. El procedimiento debe
aplicarse, aunque no haya signos de vida, hasta conseguir ayuda médica.
Hemorragia
El sangrado “en surtidor”,
“a chorro” o “a golpes” es signo inequívoco de hemorragia grave. La simple
presencia de sangre sobre una superficie corporal grande no es signo de
hemorragia. Puede haber salido sangre de múltiples heridas pequeñas, o puede
haberse extendido. La cantidad de sangre que se pierde por una herida depende
del tamaño y clase de los vasos lesionados. La lesión de una arteria produce
sangre roja brillante que fluye a borbotones, mientras que la lesión de una
vena produce un flujo continuo de sangre roja oscura. Si se rompe una arteria
principal, el paciente puede morir desangrado en un minuto. Las lesiones de
arterias de calibre medio y las lesiones venosas son menos críticas, pero si no
se tratan también pueden ser fatales. Una complicación grave de la hemorragia
es el shock hipovolémico, que debe ser prevenido y tratado lo antes
posible.
El procedimiento a utilizar
para detener la hemorragia (hemostasia) depende del tamaño de la herida y de la
disponibilidad de material sanitario. El mejor método es la aplicación de
presión sobre la herida y la elevación del miembro. Esto es suficiente en
lesiones de vasos de calibre medio. Lo ideal es utilizar compresas quirúrgicas
estériles, o en su defecto ropas limpias, sobre la herida y aplicar encima un
vendaje compresivo. Cuando este apósito se empapa de sangre no debe ser
retirado: se aplican sobre él más compresas y más vendaje compresivo. Si el
sangrado de una extremidad es muy abundante se puede aplicar presión sobre el
tronco arterial principal para comprimirlo sobre el hueso y detener la
hemorragia.
La arteria braquial, que
irriga la extremidad superior, debe ser comprimida en una zona intermedia entre
el codo y la axila en la cara medial (interna) del brazo. La arteria femoral,
que irriga la extremidad inferior, puede ser comprimida en el centro del
pliegue inguinal, donde la arteria cruza sobre el hueso pélvico.
Golpe de calor y deshidratación por calor
El golpe
de calor y la deshidratación por el calor están causados por un
exceso de calor, pero sus síntomas son tan dispares que es muy difícil
confundirlos. El golpe de calor, producido por un mal funcionamiento de los
centros reguladores del calor, es una patología más grave que afecta
principalmente a los ancianos. Sus síntomas son la piel caliente y enrojecida,
la ausencia de sudoración, el pulso fuerte y contundente, la respiración
dificultosa, las pupilas dilatadas y la temperatura corporal extremadamente
alta. El paciente se encuentra mareado y puede perder la consciencia. La
deshidratación por calor se debe a una pérdida excesiva de líquidos y
electrolitos en el organismo. La piel está pálida y húmeda, la sudoración es
profusa, el pulso débil y la respiración superficial, pero las pupilas y la
temperatura corporal son normales. Pueden producirse cefaleas y vómitos.
Los primeros auxilios
necesarios para el golpe de calor y para la deshidratación por el calor también
difieren. La víctima de un golpe de calor debe ser transportada a un lugar
fresco a la sombra, y allí debe guardar reposo con la cabeza elevada. Se debe
humedecer el cuerpo con alcohol o agua fría para bajar la temperatura y el
enfermo debe ser trasladado a un hospital de inmediato. El paciente con
deshidratación por el calor también debe guardar reposo, pero con la cabeza más
baja que el cuerpo; conviene proporcionarle abrigo o calor. Al principio puede
presentar náuseas, pero tras un tiempo de descanso puede ingerir líquidos: se
ha de beber 4 vasos de agua con una tableta o media cucharadita de sal diluida,
a intervalos de 15 minutos. Después debería beber zumos (jugos) de frutas para
recuperar otros electrolitos. Si se produce una postración importante conviene
buscar ayuda médica.
Lipotimia y coma
La sudoración fría y la
palidez son típicas de la lipotimia, desmayo o desvanecimiento. Se produce por
un aporte insuficiente de sangre al cerebro y es temporal. Para restaurar la
circulación cerebral se elevan los miembros inferiores o se sitúa la cabeza más
baja que el corazón. Es necesario evitar que la víctima se enfríe.
El coma es un estado de
falta de respuesta a estímulos externos. Viene provocado por una enfermedad o
un traumatismo. El paciente comatoso sólo responde a determinados estímulos
intensos; en el coma profundo no responde siquiera al dolor. Puede ser debido a
un fallo cardiaco, a una hemorragia cerebral, a una epilepsia, a una
descompensación diabética, a una fractura craneal, o a muchas otras situaciones
urgentes. Los primeros auxilios se deben limitar a mantener tranquilo y cómodo
al enfermo, aflojándole sus vestimentas y buscando ayuda médica. Si la cara
enrojece, se pueden elevar ligeramente la cabeza y los hombros, y si palidece
se pueden elevar los miembros inferiores. En la epilepsia hay que evitar las
autolesiones (mordeduras de lengua) y los traumatismos. Si por cualquier motivo
cesa la respiración se debe aplicar respiración artificial. Los diabéticos a
menudo portan tarjetas de identificación que permiten identificar la posible
causa del coma.
Esguinces y fracturas
Tanto el esguince como
la fractura se acompañan de gran dolor e inflamación, pero la impotencia
funcional (incapacidad para mover la zona afectada) y la deformidad son propias
de las lesiones óseas. Hasta que se descarte una fractura, los esguinces graves
se deben tratar como lesiones óseas; sólo la radiografía puede confirmar el
diagnóstico.
En la fractura, el hueso
absorbe la energía del traumatismo, perdiendo su integridad estructural. En el
esguince el traumatismo es absorbido por una articulación, distendiéndose o
rompiéndose las fibras de un ligamento o la cápsula articular. Como un
movimiento muy leve produce dolor intenso, no se debe manipular la extremidad
afectada ni intentar “enderezarla” ni corregir la deformidad. Esto, además,
puede aumentar la lesión de partes blandas, producida por los extremos óseos
fracturados al moverse; este fenómeno cobra especial importancia en el caso de
los vasos y los nervios. La incorrecta manipulación de un miembro fracturado
puede hacer que los picos y biseles de la fractura desgarren arterias, venas o
nervios. Sólo se debe inmovilizar el miembro en la posición en que se
encuentra, preferiblemente con férulas. Éstas se pueden improvisar con tablas o
cartón y afianzarlas al miembro con tiras de tela.
Si la cabeza o el tronco
de la víctima se encuentran doblados o torsionados en posición antinatural se
debe sospechar inmediatamente de una fractura o luxación de la columna
vertebral. De ningún modo se debe intentar corregir la deformidad o mover el
tronco. Otros síntomas de lesión vertebral son el dolor agudo en la espalda o
el cuello y la parálisis en las extremidades inferiores. Todo accidentado
sospechoso de presentar una lesión vertebral debe ser manejado en estricta
inmovilidad, transportado “en tabla”, preferiblemente por varios socorristas, y
mejor aún sobre una superficie dura y plana (una puerta, por ejemplo).
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